Hipomanía siempre
llega para dotarme de productividad, me trae una emoción ardiente que me hace
querer hacer cosas, y sentirme capaz de hacerlas todas. Un impulso repentino de
organizar mi cocina, mi armario, mi vida.
Burbujea con un
optimismo nuevo que confundo con mi cerebro, antes deprimido, estabilizándose.
Los colores son más brillantes y la música es abrumadoramente hermosa.
La creatividad se
dispara a través de mi cuerpo y me cosquillea mientras la inspiración intenta
salir por mis poros. Música, pintura, poesía… las artes me hablan de forma que
se vuelve necesario responder.
La ansiedad
social de la depresión desaparece. Los pensamientos y las ideas vienen más
rápidamente, el discurso más sofisticado y elocuente, la risa más clara. Cada
persona se vuelve seductoramente fascinante.
Las ideas abundan,
una y otra y otra, claramente separadas pero entrelazadas de forma natural y bella,
pintoresca.
Las limitaciones
físicas empiezan a irse lejos. El dolor es menos estridente, el hambre
imperceptible, dormir no es necesario.
Me encuentro a mí
mismo, tengo un don especial para lo más insospechado, incluyendo la habilidad
de enamorarme una y otra vez, de forma condensada en minutos, segundos.
Se levanta la
claridad perfecta en mi mente, colocando respuestas bajo la luz del sol.
Entendimiento absoluto, inspiración espiritual me sigue allá donde voy.
Pero de repente
cambia.
La felicidad
perfecta deja pasar a la alegría delirante, una euforia que llega con tal
ferocidad que amenaza con partirme en dos.
La alegría se
desmorona en irritación, rabia, histeria.
Los pensamientos
y las ideas empiezan a bombardearme, pasando más rápido de lo que cualquier
humano podría soportar. La frustración me hierve cuando los demás no pueden
seguir mi ritmo.
La línea entre las
ideas buenas y malas ya no existe, y pierdo el sentido de mi identidad, de mi
mismo. Me acuesto con gente a la que no quiero (ni me gusta), hago daño a
alguien a quien quiero, y que me quiere, gasto dinero que no tengo en cosas que
no necesito, me siento en mitad del tráfico para probar que soy invencible – el
impulso imparable de actuar cada vez que aparece una idea.
La conexión que
sentía antes y que me dio tanta esperanza de repente cambia a la empatía más
allá de la posibilidad – puedo leer y manipular pensamientos de otros, y me
gusta.
Soy especial,
único, invencible, inmortal. Soy delírico.
Soy imprudente,
cruel, violento. Soy peligroso.
Estoy asustado,
estoy aterrorizado, estoy perdido. Estoy solo.
Siempre viviré
con terror, sin esperanza, avergonzado de que ocurra otra vez.
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