Plantar un árbol. Escribir un Libro. Tener un Hijo. Tres metas que, según la cultura popular, todo ser humano debería alcanzar para estar completo. El origen de esta sencilla, y a la vez compleja, triada, se le atribuye a José Julián Martí Pérez, filósofo cubano entre otros oficios. Otros textos dicen encontrar su origen en la traducción adaptada de un relato de Mahoma, último profeta del Islam, que decía:
"La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano, finaliza cuando éste muere, excepto tres cosas: una limosna continua, un saber o un conocimiento beneficioso y un hijo piadoso que pide por él, cuando éste esté en la tumba".
Ambos manifiestos, pese a sus diferencias por el contexto temporal en el que se pronunciaron, acaban expresando la misma idea, aunque por razones desconocidas, siempre se han interpretado de una manera más bien literal.
El árbol plantado
Los seres humanos hemos demostrado en repetidas ocasiones que podemos tener sobre el ecosistema que habitamos un efecto parasitario, hasta tal punto que somos los principales responsables de la extinción de varias especies. Además, a lo largo de los años, los mercados han pasado del trueque de bienes a girar torno a un consumismo capitalista prácticamente globalizado, un sistema matemáticamente insostenible que se basa en el crecimiento continuo y cuyos canjes principales, cada día más, tienen la misma utilidad que una promesa y se sostienen con la firmeza del éter.
El Libro escrito
Los pensamientos pugnan por no permanecer prisioneros en su propio palacio y perderse permanentemente en un pueril parpadeo. Procuran pasar pronto de persona en persona. Primero se presentaron pronunciándose en palabras, para posteriormente plasmarse en pinturas paleolíticas perdidas en profundas paredes de piedra; pequeños puntos presionados en planchas de prehistórica porcelana parda, pretéritos pictogramas perfectamente practicados en papiros y pergaminos a puño y pluma, ¿o porqué no? portadas plenas de páginas de papel prensado.
El hijo tenido
Esta relación entre dos personas, dependiendo de la forma en la que se desarrolle, puede incluso estar separada por la distancia o por la contemporaneidad, siempre que se encuentre el "libro" correcto y los "árboles" necesarios.
La suma de los tres
Se condensa en una palabra: "Legado". La parte de uno mismo que queda más allá de la propia existencia. La cúspide de la perpetuación como especie. Lo más parecido al alma religiosa; pues toma la esencia de personas del pasado, y la destila a través de las del presente, para formar a las del futuro, sumando, en cada ciclo, una gota a la fórmula.
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