Bicoño es más o menos lo que ha marcado el ritmo de mi vida los últimos 7 años, si mal no recuerdo. Seguramente habrá indicios más tempranos, pero ahí no me voy a meter.
Cuando bicoño quería, me pasaba unos cuantos meses muy creativo, con mil ideas en la cabeza en las que no podía concentrarme. Andaba siempre con un humor eufórico y muy alegre, hablaba mucho, y le gustaba a la gente, porque era muy simpático. Al ver ¨mi¨ efecto en la gente, empezaban los pensamientos grandilocuentes y la sensación de ser capaz de todo.
Mi cuerpo dejaba de necesitar dormir y comer, y yo necesitaba estar haciendo cosas constantemente. Daba igual lo que fuera, todo parecía buena idea, y si se trataba de algo peligroso e imprudente, mejor. Mi pensamiento era delírico, había encontrado la verdad, yo estaba en el mundo por una razón muy específica, muchas canciones parecían hablar de mi vida e incluso ir dirigidas a mí... todo eso. Era muy fácil encontrar una conexión constante entre todo a mi alrededor.
Con el tiempo, los efectos de esta energía constante empezaban a tener efectos negativos, que bicoño no me dejaba ver... Cada vez que bicoño quería que estuviese así, estos comportamientos se volvían más exagerados, más obsesivos, más maníacos. Para que os hagáis una idea, la última vez decidí que me mudaba a Nueva Zelanda (así de repente, sin más), y casi lo llevo acabo. Hay mil ejemplos como este.
Mis amigos, mi pareja, mi familia, ellos fueron los primeros en empezar a notar que algo pasaba. No era tan difícil, la verdad. En cuanto alguno se atrevía a hacer cualquier comentario sobre mi comportamiento, se arrepentían. Mi respuesta era puramente agresiva, perdía el control y siempre acababa diciendo o haciendo cosas de las que luego me arrepentía. Mi pareja fue la que más sufrió con esto. Dado que ella prefiere que yo no revele su identidad, su nombre en el blog será Amy, de Amy Winehouse -Amy también era bicoño y es una de esas que tenía una conexión profunda con mi alma. En cualquier caso, sigo sin superar lo suyo, es como que todos sabíamos que iba a pasar, pero nadie hizo nada. Rest in peace.-. Amy las pasó putas. No voy a entrar en detalles sórdidos, pero se las hice pasar putas, y ella nunca me culpó, bendita sea.
Por otra parte, cuando bicoño quería, yo era un desastre de otro tipo, mucho más oscuro. Me convertía en todo lo contrario a lo anterior. Cuando conseguía salir de la cama, me costaba hacer cualquier cosa, y cuando digo cualquier cosa, hablo de vestirme, ducharme, lavar los platos, comer... Cualquier cosa que no fuese estar en la cama atormentándome sin poder remediarlo. Concentrarme no era una opción, hablar con gente, escucharles, intentar buscar algo que decir o encontrar las palabras con las que decirlo... todo era difícil. Cada instante era amargo, y cada paso cuesta arriba. La última vez que bicoño me hizo estar así, también empecé a sentir paranoia y miedo. Mis amigos me odiaban, hablaban mal de mí y me evitaban, y yo lo sabía.
Mi energía, mi comportamiento, mi presencia, estaban arruinándole la vida a Amy, no entendía como podía quedarse a mi lado y cuidar de mí... De mantenerme a flote. Si no hubiese estado ahí, creo que puedo decir con total seguridad que yo no estaría vivo.
También pensaba que la gente quería hacerme daño y no soportaba tenerme alrededor. Todo me daba miedo y yo sabía que nada iba a cambiar, nunca. Me limitaba a esperar a que Amy se cansase, me dejase solo, y todo se derrumbase a mi alrededor. Quería morirme. Prefería morirme a vivir así.
Supongo que por instinto y por agarrarme a un clavo ardiendo, tuve un impulso, y pedí ayuda, y después vinieron los diagnósticos, las semanas en el hospital, los tratamientos.
Yo pensaba que la montaña rusa iba a acabar al pedir ayuda, pero nada más lejos de la realidad. Lo que pasó en realidad fue que cambié de montaña rusa, la nueva iba un poquito más rápido y me ponía más veces boca abajo, pero también me mantenía fija al asiento, más que la anterior. También hay que decir que después de unos meses, la montaña rusa nueva deceleró un poco y era más agradable, poco a poco se convirtió en un camino, más que una montaña rusa.
El camino no era apacible ni seguro, pero era un camino, y aunque yo no llevase zapatos ni mochila, no parecía tener otra opción, mirar atrás era volver a la primera montaña rusa. Entonces tuve que empezar a andar.
Después de unos meses, las heridas de los pies han disminuido y los tengo más duros, aunque aún sucios. Espero poder hacerme unos zapatos pronto, pero todo a su tiempo.
De momento, el camino no ha sido terrible, sólo se ha puesto difícil de vez en cuando. No suele llegar a los niveles de las montañas rusas, y yo procuro mantener los pies firmes en la tierra. La gente no me da tanto miedo, ni mis amigos me odian, aunque a veces si que parecen un poco hartos, y yo también me harto, y me retiro unos días.
No sé qué más va a haber, y poco a poco he ido separándome de la necesidad de saber qué va a venir, y si voy a estar bien, porque me he dado cuenta de que solo puedo dar los pasos que estoy dando en este momento.
Ya veremos cómo va la cosa, no?
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